martes, mayo 30, 2006

I

Mariano Arcasti no era una persona particularmente esotérica. De hecho, se consideraba relativamente escéptico, en particular para frente a las artes adivinatorias. Jamás había incluido en su vida un ritual que incluyera actividades metafísicas, y de no ser una situación desesperada, nunca habría pensado en hacerlo. No sabía qué más hacer para superar su trauma, en todo caso. Terminar una relación conyugal era para él tan confuso como comprar un carro: nunca se está seguro de que se esté tomando la decisión adecuada, y siempre hay espacio para el arrepentimiento.

Mariano decidió ponerle fin a su sufrimiento con William. Pudieron ser los dados, pero vio el periódico sobre la mesa de la cocina, y decidió jugársela con el horóscopo. Abrió el diario de mayor circulación en Colombia, que los lunes era particularmente insípido, y pasó sobre las noticias de guerra, política y deportes.

Cuando llegó a la sección que buscaba le tomó un par de minutos entender lo que sucedía. El destino le jugó una mala pasada. Tal vez sí existía una especie de destino, que de momento se burlaba de él con cierto sentido de ironía: su signo del zodiaco no había sido incluido.

Cualquier otro día no habría pasado de ser una tonta coincidencia. Ese día, sin embargo, casi a manera de presagio, sería el primero de una serie de eventos desafortunados que cambiarían el curso de la historia. Y claro, hay personas llamadas a cambiar el mundo, a salvar el planeta o a reivindicar una patria. Mariano no era uno de esos, y sin embargo, un buen día tuvo que asumir el reto.

Esta es la historia de un hombre que, a pesar de hacerle el quite buena parte de su vida, repentinamente encuentra su destino.