XII
Poco fue lo que discutieron antes de saber lo que tenían que hacer. Minutos después de haber dejado el bar gay, los monjes, el enano, Mariano, Darío y Víctor estaban en el terminal de transporte.
- Víctor, el enano y yo vamos a conseguir los pasajes, mientras tanto, ustedes compren algo de ropa para los monjes, para que no llamen tanto la atención- le dijo Mariano a Darío.
- Pues yo voy a ver lo que puedo hacer, pero la verdad no puedo prometer nada, porque normales, normales, no creo que puedan verse jamás.
- Bueno, cualquier cosa es mejora.
Se despidieron. Lejos de pasar desapercibidos, los primeros montaron un show digno de ser llevado a la pantalla en un reality. Los segundos fueron parodiados y maltratados por conductores y funcionarios de las empresas de transporte. Después de unos minutos se encontraron nuevamente. El grupo de Mariano no pudo dejar de sonreír al ver lo que había hecho Darío con los monjes, quienes llamaban la atención más que antes. Como guerreros en calzoncillos, las vestimentas entubadas y apretadas los ridiculizaban, y no podían moverse naturalmente.
- Mijito, pero la idea no era satisfacer acá su fetiche.
- Ay, Mariano, ¿qué más quería que hiciera? Estamos en el terminal de transporte, no en los Campos Elíseos.
- Igual, parecen mozos de una diva...
- ¡Dolores!- gritó el enano.
- ¿Qué le pasó ahora a este?- preguntó Mariano.
- Tengo que llamar a Dolores para decirle que venga con nosotros.
- No, mijito, usté está loco, ¿cómo se va a traer a Dolores? Más bien móntese al bus rápido que ya está a punto de salir y la llama de mi celular.
- Pero, no me sé el teléfono.
- Ay, no, así sí se fregó. Cuando vuelva la visita, y más bien le trae un regalito.
- ¡Volveré por ella, lo juro por mi diosito!- dijo el enano, mientras se besaba los dedos índice y pulgar de la mano derecha.
- ¡Deje de decir bobadas y súbase rápido!- interrumpió Mariano- A ver, todos arriba.
Todos, salvo Víctor y Darío, subieron al bus, encontraron asiento, y se perdieron en sus pensamientos. Los dos restantes, los despidieron con el celular en la mano, y con gritos de ánimo solicitaron que los llamaran a contar cómo iba la misión.
Ninguno supo nunca que el bus se dirigía a Cartagena del Chairá, y no a la costa atlántica.
- Víctor, el enano y yo vamos a conseguir los pasajes, mientras tanto, ustedes compren algo de ropa para los monjes, para que no llamen tanto la atención- le dijo Mariano a Darío.
- Pues yo voy a ver lo que puedo hacer, pero la verdad no puedo prometer nada, porque normales, normales, no creo que puedan verse jamás.
- Bueno, cualquier cosa es mejora.
Se despidieron. Lejos de pasar desapercibidos, los primeros montaron un show digno de ser llevado a la pantalla en un reality. Los segundos fueron parodiados y maltratados por conductores y funcionarios de las empresas de transporte. Después de unos minutos se encontraron nuevamente. El grupo de Mariano no pudo dejar de sonreír al ver lo que había hecho Darío con los monjes, quienes llamaban la atención más que antes. Como guerreros en calzoncillos, las vestimentas entubadas y apretadas los ridiculizaban, y no podían moverse naturalmente.
- Mijito, pero la idea no era satisfacer acá su fetiche.
- Ay, Mariano, ¿qué más quería que hiciera? Estamos en el terminal de transporte, no en los Campos Elíseos.
- Igual, parecen mozos de una diva...
- ¡Dolores!- gritó el enano.
- ¿Qué le pasó ahora a este?- preguntó Mariano.
- Tengo que llamar a Dolores para decirle que venga con nosotros.
- No, mijito, usté está loco, ¿cómo se va a traer a Dolores? Más bien móntese al bus rápido que ya está a punto de salir y la llama de mi celular.
- Pero, no me sé el teléfono.
- Ay, no, así sí se fregó. Cuando vuelva la visita, y más bien le trae un regalito.
- ¡Volveré por ella, lo juro por mi diosito!- dijo el enano, mientras se besaba los dedos índice y pulgar de la mano derecha.
- ¡Deje de decir bobadas y súbase rápido!- interrumpió Mariano- A ver, todos arriba.
Todos, salvo Víctor y Darío, subieron al bus, encontraron asiento, y se perdieron en sus pensamientos. Los dos restantes, los despidieron con el celular en la mano, y con gritos de ánimo solicitaron que los llamaran a contar cómo iba la misión.
Ninguno supo nunca que el bus se dirigía a Cartagena del Chairá, y no a la costa atlántica.
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